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La necesidad cósmica de percatación de Uno Mismo

Escrito por

17 junio 2024 •

4 min de lectura

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La necesidad cósmica de percatación de Uno Mismo

Por Sahajananda

Al preguntarnos “¿quién Soy yo?”, exploramos una pregunta que es central para nuestro viaje espiritual y esencial para la propia existencia. Esta sagrada indagación nos lleva a trascender las capas superficiales de nuestras vidas hacia las profundidades ilimitadas de nuestra Verdadera Naturaleza, sin límites de tiempo, espacio o identidad. Las comprensiones que surgen de la meditación no son meros logros personales; son regalos de la propia vida, que revelan la naturaleza transpersonal de la Indagación de Uno Mismo. La Conciencia Suprema (expresada como “Eso”, sama rasa, el “mismo sabor” y la Luz en todo), se descubre a sí misma mediante sus manifestaciones conscientes. Por lo tanto, la percatación cósmica de Uno Mismo se revela mediante la pregunta atemporal “¿quién Soy yo?”

Indagar en “¿quién Soy yo?” no consiste en encontrar una respuesta sino en disolver la propia pregunta en la realización de nuestra esencia divina.

Se trata de una peregrinación eterna, en la que cada momento nos invita a volver al Corazón. Hemos de recordar el significado cósmico de estos conocimientos: que la profunda simplicidad y paz de nuestro ser esencial es la esencia de todo lo vivo, sama rasa.

La vida busca la conciencia de Uno Mismo

En la gran búsqueda cósmica de la vida que pretende conocerse a sí misma, la pregunta “¿quién Soy yo?” no emana como una curiosidad intelectual básica sino como una llamada interior, el impulso intrínseco de la propia vida. La vida, en su expresión ilimitada, busca el amor, la belleza, el significado y la comprensión. Por ejemplo, el cosmos no tiene por qué ser hermoso, sin embargo, lo es. La belleza no es sólo un agregado, un adorno de la Creación, se enraiza en el fundamento divino supremo, siguiendo un anhelo ontológico. 

Ramana Maharshi aseveró: “La única percatación verdadera y plena es la percatación de la conciencia. Mientras la conciencia no se percate de sí misma, no conocerá la paz en absoluto”. (Sri Muruganar, La guirnalda de los dichos del gurú)

La vida no descansa hasta que es reconocida en su esencia más profunda. 

La pregunta “¿quién Soy yo?” debe vivirse, realmente vivirse, abrazarse plenamente con todo nuestro ser. Al vivir realmente esta pregunta, nos volvemos la viva respuesta.

Esta indagación supone un desarrollo continuo, una comprensión cada vez más profunda de que lo que buscamos no se encuentra fuera de nosotros sino que es nuestra propia esencia. Esta divina vida que nos anima es el aliento del propio cosmos. 

Por lo tanto, en esta exploración, la pregunta fundamental, “¿quién Soy yo?”, se transforma de lo que parece ser sólo una interrogante en un principio vivo, una quietud dinámica que se revela continuamente en todos los aspectos de la vida. 

No se trata de buscar un estado de éxtasis, sino una revelación continua de la vida tal como es: nuestro ser natural e indiviso. 

En este reconocimiento, cada momento es una oportunidad para atestiguar la disolución de viejos patrones y el surgimiento espontáneo de la vida, inmediata y pura.

Incluso fuera de la práctica formal, la Indagación de Uno Mismo a menudo surge espontáneamente en momentos de emoción intensa, anhelo agudo o crisis existencial, momentos en los que la vida nos incita a mirar más allá de las capas superficiales de nuestra existencia. 

¿Por qué la gente tiende a evitar la percatación de Uno Mismo?

¿Por qué, entonces, los humanos a menudo ignoramos o nos alejamos de esta profunda indagación? 

Se debe principalmente a que el sumergirse en “¿quién Soy yo?” sugiere una posible disolución del ego, el “yo” que hemos construido con meticulosidad: nuestra personalidad, estatus social, opiniones y las innumerables identidades a las que nos aferramos: la jactancia de nuestro ego o nuestras depresiones y dramas. 

Paradójicamente, evitar la Indagación de Uno Mismo surge de una intuición profundamente arraigada de que cuestionar con verdad supone dejar de lado a quien creemos ser. Sin embargo, o tal vez precisamente por eso, dudamos, nos abruma la magnitud de la pregunta, sentimos inseguridad de cómo abordarla y sus consecuencias con autenticidad.

Desafiar el propio centro desde el cual operamos

La auténtica Indagación de Uno Mismo requiere el coraje de reconocer nuestra evasión y afrontar la incomodidad de no comprender con la mente. También debemos afrontar todas las perturbaciones potenciales que semejante cambio de perspectiva podría provocar en nuestra vida social y estatus mundano.

La Indagación de Uno Mismo supone reconocer que nos involucramos en actividades habituales (acumular conocimiento o riqueza, participar en diversas distracciones, etc., que en última instancia conducen al ajetreo y al escapismo) para protegernos del vacío personal y existencial.

Preguntarse con sinceridad “¿quién Soy yo?” es desafiar el propio centro desde el cual funcionamos; significa investigar a quien investiga. Se trata de una noble tarea y una responsabilidad que le debemos a la vida.

No confiar en la memoria o en la inteligencia

A diferencia de las preguntas ordinarias que buscan respuestas en el ámbito de la memoria y la experiencia, la indagación “¿quién Soy yo?” trasciende estas facultades. 

Ahí, ni la memoria ni la inteligencia pueden ayudar, porque lo que se intenta hallar no es relativo sino absoluto. Esta cuestión nos acerca a un umbral más allá de los conceptos, donde cesan las actividades impetuosas de la mente. 

El comienzo de una búsqueda sagrada: llevar la pregunta a un nivel más profundo 

Cuando alcanzamos el último horizonte de la mente, los filósofos podrían sugerir que éste es el final del viaje. Sin embargo, en el Jñana Yoga, sumergirse más allá del umbral de la mente no significa el cese de la indagación, sino el propio comienzo de la búsqueda real y sagrada.

Cuando la mente se detiene, y nuestra búsqueda exterior y exámenes psicológicos críticos se detienen, en total entrega, coincidimos en un cambio profundo. La transición de un no saber conceptual a la experiencia viva de quiénes somos realmente comienza desde esta apertura al embeleso, desde este abandono a lo inefable.

Es ahí donde se experimenta una apertura radical: una transparencia a lo inefable, a Dios, trascendiendo todo concepto, “la nube del desconocimiento”. En ese estado, nuestra atención ya no se proyecta hacia afuera, ni siquiera hacia adentro, sino que descansa en una quietud vibrante, en una alerta pacífica y multidimensional donde el “yo” y la vida son indistinguibles, el spanda cósmico. Y hay absoluta fe en lo que Es y en el amor.

Vivir en esta apertura no supone un alejamiento del mundo sino un compromiso íntimo más profundo con él. 

Con amor,

Sahajananda


Sahajananda es el fundador de Hridaya. Puedes leer más de sus contemplaciones aquí.

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