Un himno a la Muerte

Aquellos que mueran antes de la muerte no morirán cuando mueran.

En el Método de Auto-indagación del Ser, cuando nos preguntamos “¿Quién soy yo?”, dejando el cuerpo y los pensamientos a un lado, ¿qué sucede con la Muerte? ¿Se trata de otro objeto más que hay que abandonar? ¿Es realmente la Muerte algo que hemos de descartar como efímero e ilusorio?

Antes de haber tenido una cita íntima con la Muerte y de haber desarrollado una larga relación privada con ella, no te apresures a encontrar respuestas ni a sacar conclusiones.

Aprende de sus paradojas. Si realmente te enamoras de la Muerte, ¿sigue la muerte siendo posible para ti?

La Muerte puede desvelar el secreto de la vida verdadera. Constituye la respuesta a la pregunta “¿Quién soy yo?”.

En primer lugar, se requiere una intimidad con la Muerte. Los miedos se derriten en una verdadera relación de Amor. La Muerte está siempre disponible, es honesta y fiel. Nunca te decepcionará. Siempre está presente contigo, si aprendes a encontrarla. La muerte es hermosa y suficiente en sí misma. Pero para probar tal Amor, has de soltar toda expectativa.

Otra paradoja: a menudo existe un miedo a la Muerte en la propia creencia en la inmortalidad. Se puede sentir en muchas personas. Incluso si tal angustia está hondamente oculta en tu interior, la Muerte ciertamente la sentirá y pedirá mayor transparencia. Lo puede hacer de muchos modos. Formas, conceptos, creencias y dudas son totalmente irrelevantes frente a la Muerte. No puedes engañar a una Amante como ésa.

Quizá mantengas la secreta esperanza de que tus valores morales, comprensión de la Conciencia de Unidad y tu práctica de yoga te servirán como medios para llevarte a la Eternidad, para salvarte en este juicio frente al abismo. Sin embargo, se trata de todo lo contrario: este toque tan íntimo y genuino de la Muerte, y no alguna creencia o práctica, constituye el camino real y más directo al Infinito.

Es sólo la Muerte la que te guía a la inmortalidad.

Adora y dale a la bienvenida a tu Amante con un silencio reverencial.

Se dice que la Muerte paga todas nuestras deudas. Constituye la “deshacedora” de la existencia individual, la agente corrosiva que devora todo lo efímero, dejando sólo el oro de la “yoidad” pura.

En la Muerte, los ámbitos conscientes e inconscientes se funden en una realidad más elevada: la presencia sagrada y calma del Corazón.

El significado supremo de la vida no se puede percibir a menos que mires directamente a los ojos de la Muerte como en un espejo.

La Muerte es el ingrediente más importante en la vida. Sin ella, la vida no es real, no es sino una superficial función de títeres que han olvidado a su titiritero.

Sin el sabor de la Muerte, el Momento Presente resulta insípido.

La Muerte se siente más obvia en la agonía, en el esfuerzo y el sufrimiento, pero su llamado secreto está igualmente presente en la alegría y en el amor. Es por ello que Eros (Amor) y Tanatos (Muerte) son uno. Son amantes y dadores de muerte. Siéntelo dentro de ti mismo/a…

Afirmar que en algún plano vida y muerte coexisten como fuerzas que se contrarrestan supone que todavía no comprendemos su unidad.

Sentir un ardor equivalente por el Amor y por la Muerte, en la Vacuidad y en la Eternidad, constituye el secreto de la vida. Permítete zambullirte en la vida con tal pasión que ésta te lleve a trascender los límites comunes, donde la Muerte se revela una y otra vez en atisbos, simplemente por tal fervor por la vida. En esos momentos, cada experiencia se torna una inmersión espontánea en esta Vacuidad íntima, secreta.

Mueres por todas las cosas, por tanto amor a la vida.

De modo que no esperes al final de tu vida para escuchar este susurro magnífico y sin sentido de la Muerte. En este momento inquietante, puede que te sientas muy confuso o en un estado de pasividad para darte un paseo a lomos de esta Tigresa.

Entregarse es la liberación a través de la Vacuidad. No se trata de una liberación del individuo, sino de la revelación que tú eres conmensurable a la Muerte. No hay límites, no hay “tú”, sólo la Muerte.

Hay muchos individuos muertos, pero no hay ninguna muerte individual.

Toma tu cruz de Muerte y vuela Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. (Lucas 9:23). Simplemente recomendó la entrega. Al decir tomar la cruz no se refería a una vida de dolor y sufrimiento, sino al recordatorio de la Muerte.

En esa época, la cruz era fundamentalmente un símbolo de Muerte. Lleva tu muerte como llevarías una cruz. No una cruz pesada, sino una que se asemeja a unas alas a tu espalda.

La Muerte, como una cruz, genera una expansión en vertical y en horizontal de tus dimensiones a través del espacio. Pero sobre todo, te da un centro. La Muerte, como la cruz, te da un Centro, un sentido de Eternidad.

De este modo, el sentimiento de la fugacidad del cuerpo se torna más agudo a medida que la conciencia de la inmortalidad de tu corazón se revela más vívida.

Una invitación En las noches oscuras, al final de días cautivadores meditando en retiros en silencio en Hridaya México, a menudo me uno a aquellos que se tumban en la terraza de la escuela. Extendemos los brazos en cruz y contemplamos el firmamento sin pensamiento. En Atención Abierta…

Únete tú también a nosotros, pero no mires únicamente a las estrellas. Ese espacio oscuro, omnipresente que abraza la Vía Láctea, ese silencio en el interior del océano rugiente, ese anhelo en tu corazón es la llamada de la Muerte…