Viriditas, el poder reverdecedor de lo Divino
En el hemisferio norte la primavera ha enviado sus mensajeros para anunciar su llegada, una brizna de hierba reluciendo su verdor, un pájaro cantando con mayor viveza, los copos de nieve comenzando a tejer las hermosas alfombras primaverales. La naturaleza está saliendo suavemente de su hibernación… y también nuestras almas.
¿Por qué la primavera es tan fascinante? ¿Tan mágica, tan hermosa, tan vibrante y tan viva? Porque todo lo vivo celebra el regreso de la luz del sol, el abrazo del Sol brinda su luz y calor de una forma más directa. Es por la luz que la alegría de vivir brota en la primavera.
Los pájaros saltan, cantan y juegan estremecidos de alegría, las rosas, campanillas, narcisos y tulipanes florecen en plenitud estremecidas de alegría, las hojas y capullos de los árboles estremecidos de alegría no pueden detener su verdes risas, gente estremecida de alegría se reúne en el equinoccio tal vez en Stonehenge o tal vez en México, entre las ruinas mayas de Chichén Itzá o tal vez, simplemente, en un bosque o en un hermoso parque. Pero todo, estremecido de alegría.
Como Hafiz lo manifestó:
“¿Cómo es que la rosa
siempre abrió su corazón
y otorgó a este mundo
toda su belleza?
Sintió el aliento de la luz
contra su Ser.
De otro modo, todos
permaneceríamos en pasmo”.
De este modo, nuestros corazones atraídos hacia lo Divino reciben el aliento de la luz y florecen como un jacinto en la primavera bendiciendo al mundo con su fragancia divina. Mantén tu corazón en primavera querido ser. Mantén tu corazón en primavera.
Rumi enunció: “el Absoluto incognoscible aparece como primavera y desaparece en otoño”. Qué perspicaz Rumi al expresar el juego divino, el juego de amor del escondite entre la creación y su Creador, la alegría del Amado que revela y oculta.
Y no sólo Rumi concibió la primavera con todo su fresco verdor a través del ojo del Corazón. Santa Hildegard von Bingen utilizó el término viriditas, el poder reverdecedor de lo Divino. La palabra latina viriditas significa “verde”, “verdor”, “exuberancia”, “frescura” y “vitalidad”, y ella la usó como símbolo de salud espiritual y física.
Para Hildegard este “verdor” era una expresión del cielo, el poder creativo de la vida, que se halla en todo jardín, bosque, parque y tierra de cultivo que nos rodee. Y como esas tierras, vio la viriditas como algo que había que cultivar tanto en el cuerpo como en el alma.
Ella lo expresó en su poema “El verdor, fuerza germinante”:
Oh, nobilísimo verdor,
tú que te enraizas en el sol
brillas en la serena claridad,
en el movimiento de una rueda
que escapa a la inteligencia humana.
Tú, verdor, estás envuelto
por la fuerza de los misterios celestiales.
Enrojeces como la aurora,
flameas en el ardor del sol.
O tú, noble verdor.
Qué hermosa invitación a ver la primavera a través de los ojos del Corazón. Por eso mantén tu corazón en primavera, dejando que las puertas de tu corazón se abran cada día a la brisa del amor, recorriendo el camino del amor con valentía y humildad, sin dar la espalda a las dificultades del amor, sirviendo al mundo y bañando tu corazón en el océano de la compasión.
La sabiduría sufí advierte: “Quien camina con amor puede llevar el mundo. Quien anda sin amor lleva un cadáver como cuerpo”. ¡Que nunca llevemos un cadáver como cuerpo! ¡Que siempre mantengamos nuestros corazones en primavera! ¡Que siempre nos colmemos de viriditas!
Con amor,
Antoaneta Gotea
