El Ashtanga Yoga de Patañjali

Las ocho ramas

El Ashtanga Yoga de Patañjali es el camino descrito en el texto sagrado del Yoga clásico: el Yogasutra. Se refiere a ocho ramas o angas (extremidades).

El Ashtanga Yoga de Patañjali está conformado por:

  1. El yama, las restricciones morales 
  2. El niyama, las disciplinas
  3. El asana, las posturas físicas
  4. El pranayama, el control de la respiración y la energía
  5. El pratyahara, la interiorización de los sentidos
  6. La dharana, la concentración
  7. El dhyana, la meditación
  8. El samadhi, el dichoso estado de unión entre el sujeto y el objeto 

1. El yama: las restricciones morales

Yama significa “control” o “restricción”. Consta de cinco lineamientos para la interacción con el mundo “externo”: ahimsa (la no violencia), satya (la veracidad), asteya (no robar), brahmacharya (el control de la energía sexual) y aparigraha (no codiciar). Yama es también el nombre del dios védico de la muerte.

2. El niyama: las disciplinas morales

Niyama significa “restricción [moral]” o “disciplina”. Consta de cinco lineamientos con respecto a la interacción con el “mundo interior”: saucha (la pureza), santosha (el contento), tapas (el ascetismo), svadhyaya (el estudio espiritual) e ishvarapranidhana (la devoción al Señor).

3. El asana: las posturas de Yoga

Un asana es una “postura” (en particular, una postura de Yoga) o “asiento”. Este es el aspecto del Yoga más familiar para los occidentales. Sin embargo, tal vez es menos comprendido el hecho de que la práctica de asanas no es únicamente para beneficio del cuerpo físico, sino también para cultivar un estado meditativo profundo en el que el cuerpo, la mente y el alma se alinean en un hermoso estado de armonía. En el Yogasutra, Patañjali define el asana como “una postura estable, firme y cómoda” (2:46), y que “la práctica de las asanas va acompañada de la disolución del esfuerzo y de la meditación en el infinito” (2:47). Por lo tanto, un asana se refiere a una postura física en la que los aspirantes permanecen y meditan en su Naturaleza Suprema.

En cada asana podemos abrir ciertos chakras (centros energéticos), y de esta manera, entramos en resonancia con energías que existen tanto en el microcosmos como en el macrocosmos. A medida que aprendemos a usar las asanas para despertar las energías universales internas, también podemos trabajar en el desarrollo de ciertos aspectos psicológicos, como la determinación, el perdón, la creatividad y la intuición.

4. El pranayama: el control de la respiración

Pranayama se refiere a la regulación y control de la energía a través de la respiración, la expansión de la energía vital y la extensión de la respiración. Etimológicamente, pranayama significa “conciencia y extensión de prana“. Conforma el cuarto peldaño del Ashtanga Yoga de Patañjali y una parte importante del Hatha Yoga.

Una vez que se ha desarrollado una práctica sólida de asanas, el pranayama es la siguiente etapa a seguir en el camino hacia el Yoga. Patañjali describe el pranayama como la regulación de la inspiración, la espiración y la retención. Sin embargo, el pranayama supone más que simples ejercicios de respiración, ya que requiere de conciencia y concentración constantes para controlar los patrones de respiración que de otro modo serían irregulares.

En la Hatha Yoga Pradipika (2:16) se afirma que: “Así como los leones, los elefantes y los tigres son domesticados muy lentamente y con cautela, la gradación del prana debe controlarse muy lentamente, en correspondencia con la capacidad y las limitaciones físicas”. La capacidad de contener la respiración con conciencia es la característica más importante del pranayama.

Shankaracharya ofrece una explicación puramente espiritual del pranayama: “Vaciar la mente de todas las ilusiones es el verdadero rechaka, la espiración. La comprensión de “Yo soy atman, el espíritu eterno” es el verdadero puraka, la inspiración. Mantener esta fe sin cesar es el verdadero kumbhaka, la retención. Este es el verdadero pranayama“. Esta forma más elevada de pranayama se denomina metafóricamente: el pranayama del Jñana Yoga.

5. El pratyahara: la interiorización de los sentidos

Pratyahara significa “alejarse de” y se refiere a la idea de alejar los sentidos de sus objetos de deseo, retirarlos hacia adentro y desarrollar un profundo sentido de interiorización. En el Yogasutra (2:54), el pratyahara se describe como una etapa en la que: “Los sentidos, en conjunto con la interiorización de la conciencia, mediante el desapego de los objetos externos, actúan de manera similar”.

Con el pratyahara, aprendemos a desarrollar el control sobre los sentidos. Implica la reorientación de los sentidos de un flujo externo a uno interno, lo que nos permite tomar conciencia de nuestros propios deseos, miedos y pensamientos. La energía que se le dio a los sentidos para la búsqueda de placer se recupera y se redirige a calmar la mente. En la meditación, generalmente no prestamos suficiente atención a esta etapa del abandono de la estimulación sensorial.

Sin embargo, esto tiene un papel fundamental en la Meditación Hridaya. A través de la acumulación de las energías psico-mentales que induce el pratyahara, creamos la base para una etapa superior: la intensa sublimación de la energía acumulada en la aspiración, el anhelo místico de Dios, el amor por Dios y, finalmente, el spanda (el Sagrado Estremecimiento del Corazón).

En ocasiones, pratyahara se traduce erróneamente como “inhibición sensorial”. Pratyahara no significa la inhibición de las energías, sino una manera diferente de orientarlas.

6. La dharana: la concentración

La “concentración”, la dharana, es la sexta rama del Ashtanga Yoga. Constituye una de las etapas internas. La palabra dharana proviene de la raíz dhri, que significa “sostener”.

En el Yogasutra (111:1), Patañjali describe la concentración como “la adhesión de la conciencia (la mente) a un solo lugar”. Este “lugar” puede ser físico (un objeto material como la llama de una vela o una flor), energético (un chakra, un centro energético, o una nadi, un canal energético) o un pensamiento, imagen, sonido, luz o mantra mental repetido. La concentración puede dirigirse hacia adentro o hacia afuera y la práctica puede realizarse con los ojos abiertos o cerrados.

Dharana es más que concentración mental. Se trata de la absorción total de las energías mentales en un solo punto. Esta capacidad de concentrarse con atención inquebrantable es esencial para alcanzar las dos etapas siguientes, el dhyana (la meditación) y el samadhi. Sin la concentración en un solo punto, nunca obtendremos el control sobre la mente y nos resultará imposible mantener períodos prolongados de quietud mental. La mente es naturalmente dinámica y nuestra conciencia se captura fácilmente en los ciclos constantes de pensamientos y emociones. La concentración requiere un esfuerzo constante para hacer que la mente vuelva, una y otra vez, al objeto de atención.

En resonancia con los sabios indios, Georg Feuerstein afirma lo siguiente: “En lo que sea que pongamos nuestra atención, en eso nos convertimos”. A través de la práctica repetida de la dharana, la mente se sintoniza con una corriente constante de paz, y finalmente se vuelve una con ella, a medida que la paz y la quietud se revelan como la esencia misma de nuestra propia naturaleza.

7. El dhyana: la meditación

Una vez que la mente se ha concentrado de manera unidireccional, y es capaz de permanecer en la dharana (la concentración) con un solo objeto en su atención, nos abrimos naturalmente al dhyana (la meditación o la contemplación). En el dhyana, el flujo de atención sobre un objeto burdo o sutil continúa espontáneamente y sin fuerza; disuelto el esfuerzo, el objeto de concentración es ahora un objeto de profunda fascinación.

En el Yogasutra (3:2), Patañjali describe la meditación como el “flujo constante de atención renovada” o “el flujo único de ideas en ese estado de concentración”. Mientras que en la concentración había que devolver constantemente el objeto a la mente, en la meditación el objeto y todos sus aspectos aparecen automáticamente, ya que nuestra atención se renueva constantemente sin esfuerzo. Cuando se produce la meditación, es como si nos hubiéramos “enamorado” del objeto de concentración. Por lo tanto, descansamos en armonía y paz, mientras el objeto aparece de manera espontánea y sin esfuerzo en nuestra mente una y otra vez.

Al principio, este estado sólo puede ocurrir por un corto período de tiempo. Pero, cuanto más sigamos practicando, más fácilmente surgirá el estado de meditación y más tiempo permanecerá. Cuando la fascinación perenne en el objeto de atención se convierte en un estado natural, conduce naturalmente a la etapa final en el camino del Yoga clásico, el samadhi.

8. El samadhi: la unión entre sujeto y objeto 

Samadhi, “colocar juntos”, se refiere al estado en el que el sujeto (el meditador) y el objeto (de la meditación) se funden en uno. Constituye la condición extática en la que se desvanece el sentido limitado de individualidad. Según Patañjali, también conforma la última etapa en el proceso del samyama (el conocimiento directo a través de la identificación). Por lo tanto, el samadhi supone el último paso antes de la liberación final o Yoga (la unión con Dios).