El despertar de la Kundalini a través de los chakras

según Ramakrishna

“Intentaré hacerte entender lo que sucede, pero es tan amplio y sublime que es muy difícil ponerlo en palabras. Por lo tanto, insisto en que te sumerjas en las aguas del conocimiento empírico, porque no puede haber otra forma de buscarla. Por muy perspicaces que sean tu mente y tu espíritu, no pueden rivalizar con el radiante brillo de la Presencia Absoluta. Ninguno de los dos puede hacer nada más que levantar el polvo de las palabras en las que se pierden. A pesar de lo que los ojos del alma contemplan desafía cualquier descripción, los caminos que sigue el alma seguramente se pueden explicar con palabras. Incluso si el objetivo es uno, los medios para alcanzarlo son muchos.

Desde los tiempos más antiguos, los grandes sabios (los rishis) han enumerado al menos cinco maneras en las que el alma puede enfocar o concentrar su energía en lo Absoluto cuando se está en un estado de oración y meditación.

Por ejemplo, los rishis afirman que el alma humana a menudo avanza a través de saltos torpes, como un sapo.

En otras ocasiones, se mueve como una serpiente que se desliza por la ladera de una colina: en destellos y curvas.

También existe otra manera. Cada célula del cuerpo y cada pulso del corazón late con lentitud y la regularidad del ritmo con el que se encienden las intuiciones es tan lenta e inexorable como la marcha de una línea de hormigas de un lugar a otro.

El cuarto camino es el camino de las aves. ¿Sabes cómo es que las aves vuelan de un árbol y se desplazan en el aire como si estuvieran vagando sin rumbo y aún así es evidente que pretenden llegar a un árbol distante que ha sido su objetivo todo ese tiempo? Del mismo modo, la energía del alma concentrada se eleva y se enfoca hacia lo Divino cuando está vigorizada por la devoción persistente. Cada átomo del ser parece volar sobre las alas de la Luz Omnipresente. Se puede vagar sin rumbo al principio, pero si se persiste en la meditación y el rezo, esas alas llevan a la Casa de la Unidad.

La quinta manera es bastante diferente de las demás. Los sabios la denominaron ‘el camino de los monos’. En ocasiones se pueden llegar a observar monos sentados, tan quietos como rocas. Un instante después, de manera súbita comienzan a saltar y brincar y no se detienen hasta que llegan a su destino: un jardín de mangos. Tu intuición espiritual también puede actuar de esta manera.

Uno puede sentarse, estar quieto y meditar día tras día y que no suceda nada. Pero si piensas de manera contínua en el samadhi con el cuerpo, el corazón, la mente y el alma, si no permites que ninguna partícula propia robe tu atención, si te concentras con intensidad, puede ser que, después de dos o tres años, de manera repentina, el Espíritu salte de avión en avión, vuele sobre los precipicios más empinados con la facilidad de un halcón y luego se sumerja en el advaita, la unión perfecta con la Sabiduría Infinita.

Además de las diferentes maneras en las que el alma asciende antes de alcanzar la Unidad Perfecta, también se deben conocer los planos de conciencia que deben cruzarse. No importa de quién sea la meditación, ya sea la de Buda o la de una persona común, le deben llevar a través de seis valles diferentes (planos de conciencia) para llegar al séptimo y último. Ya sea que la intuición del alma salte como un sapo o vuele como un ave, debe cruzar los siete valles. La experiencia en cada uno de estos valles es exactamente la misma, no importa la forma en que el alma la alcance.

Es bueno que sepas que yo, incluso si ahora sientes admiración por mí, también procedí de igual manera que tú, estuve sentado y quieto como mi gurú me aconsejó. Al hacerlo, purifiqué mis pensamientos y sentimientos de toda la escoria de la separación. En mi mente, en mi corazón, en mi alma, en cada célula de mi cuerpo, busqué Su Presencia. Yo sabía que no estaba separado de Él. Él estaba en mí. Así que incité a cada mínima parte de mí mismo para extraer al Ser oculto. Supliqué: ‘Emerge, oh Tú, Espada de la Inmortalidad, de ésta tu vaina’. Así oré por días, semanas y meses.”

EL DESPERTAR DE LA KUNDALINI Y SU ASCENSO GRADUAL DE CHAKRA EN CHAKRA

1. El chakra muladhara 

“Por fin mi espíritu brotó, se desbordó del dique de este mundo hacia las aguas del primero de los siete valles. Una luz completamente desconocida, como la de otro Sol, brillaba sobre aquello que percibía. Todas las cosas terrenales que contemplaba portaban belleza como indumentaria.

En todo lugar al que miré, alrededor y más allá, la belleza y la espiritualidad saltaron de la materia como tigres de madrigueras oscuras. Entonces supe que éste era el hogar de los sentidos. Mirar tantas maravillas me llenó de terribles deseos. ‘Posee, posee’, me gritaban. Me invadió un deseo abrumador de probar y poseer toda la belleza que me rodeaba. Justo en ese momento, otro grito estalló en mí: ‘¡Cuidado, cuidado con la siniestra tentación de este valle!’. Tan pronto como lo escuché, me dispuse a potenciar mi meditación. Medité mucho y recé con intensidad para liberarme del primer valle. Después de unos meses, se respondieron mis oraciones. El mundo de los sentidos ya no me tentaba. Con lentitud, el primer valle cayó de mi conciencia como el esqueleto de la presa cae de las garras de un águila”.

2. El chakra svadhisthana 

“Fue de esta manera como entré en el segundo valle. No me obsesioné allí con la empalagosa belleza material de todo aquello que veía. La luz en la que aparecía el mundo ahora era más refinada, más sutil y relajante. Me sentía feliz allí. Fragmentos de hermosos colores, formas y sonidos atormentaron y endulzaron mis horas en este valle. Pensé en relajar mi meditación y quedarme allí. Incluso tuve la tentación de crear vida. Surgieron pensamientos de sexo. A la luz sublime del segundo valle, el sexo tiene la apariencia de beatitud y poder.

Pero no importa cómo aparezca, el alma debe resistir sus tentaciones. Me propuse liberar mi conciencia de la belleza acosadora del sexo. Colmé de combustible devocional el altar de la búsqueda de Dios. El fuego de la iluminación ardió muy leve al principio, pero de manera gradual se volvió más brillante y unos días después, ¡vaya!, ardió como si fueran dagas de luz. En esas ardientes llamas, el segundo valle se tornó en cenizas. Ni él, ni sus tentaciones me volvieron a inquietar”.

3. El chakra manipura 

“De este modo, llegué a la tercera etapa. En este valle descubrí que la sensación de poder que había experimentado en el segundo valle se había multiplicado por cien. Ahora sentía que podía tomar el sol entre mis manos y pulverizarlo, reducirlo a un puñado de polvo ardiente.

Esta sensación de poder debe resistirse, ya que no se trata más que de una prueba de carácter. No hay tentación más vil que la sensación de poder. En el instante en que percibí cómo el peligro me acosaba, potencié mi meditación al máximo. Tenía que ser más poderosa que el poder al que debía resistirme. Recé, ay, cómo recé, para liberarme de mi sed de poder. Como los colmillos de una víbora me tuvo. Pero mi alma no se había de rendir ante ella. Me elevé sobre las alas de la meditación cada vez más alto hasta que alcancé una altura donde ya no tenía más significado para mí. En ese momento, la serpiente abrió la boca y cayó a mi lado”.

4. El chakra anahata

“En esta ocasión, como un elefante que se precipita contra una cerca, me sumergí en el valle del Hridaya jyoti, la luz del Corazón de Dios. Como si mi corazón se hubiera convertido en una antorcha encendida por la llama Suya, la luz brotó de mi alma impregnándolo todo. Los guijarros y las estrellas cantaron con igual resplandor la canción de lo Inefable. En el cuarto valle me sentí casi totalmente protegido de toda tentación. Sin embargo, me mantuve con estricta vigilancia.

Aunque era yo un cáliz de luz, sospechaba de la tentación. Ese sentimiento me sirvió de advertencia. Decidí no quedarme aquí. Así siguió otro largo período de ayuno, oración y meditación”.

5. El chakra vishuddha

“Afortunadamente, esta vez no tuve que esperar tanto. La luz en el corazón se expandió. Lanzó una vasta red circular de soles a mi alrededor y más allá. Sorprendido en extremo, me di cuenta de que había llegado al siguiente valle, el reino de la expresión. ¡Mis pensamientos y sentimientos, cada pulso y cada célula de mí estaban iluminados! A través de mi garganta y labios se pronunciaron palabras de asombro y bendición. Alabé al Señor cada momento. No soportaba hablar de nada más que de Él. Y si alguien hablaba de posesiones y placeres, esas palabras me golpeaban como varas. Era de tal manera así, que si alguno de mis parientes venía a consultarme sobre asuntos familiares, yo solía darme a la fuga y esconderme en los bosques de Panchavati.

Las relaciones y las amistades que buscaban retenerme aparecían ante mí como un pozo profundo que me arrastraba hacia abajo; temía acabar asfixiado en el agua más profunda bajo la tierra oscura. Sentía como si me ahogara en su presencia. Sólo al dejarlos encontraba la paz. De manera simple: este valle no está colmado de tolerancia y amor para todos. Uno debe trascenderlo. Por eso me lancé a meditaciones más y más profundas todavía. No había ni paz ni placer para mí. ‘O Lo encuentro cara a cara o me quito la vida’, me dije. Como cuando un tigre se agazapa para saltar, así lo hice. Rezaba, esperaba, observaba. No me demoraría en el valle de la expresión, no debía entregarme meramente a la alabanza de Dios. Tenía que Verlo. Entonces, me agaché y me senté en oración”.

6. El chakra ajña

“De manera repentina, percibí algo delante de mí. En ese momento salté. En un instante estuve en el sexto plano: el valle de Turya. Ahí estaba cerca del Amado. Podía Verlo y Sentirlo en la cámara contigua. Solo un delgado velo transparente separaba el alma del Ser. Por fin supe que estaba en una habitación de la Casa de la Unidad”.

7. El centro energético sahasrara

“Desde el sexto valle no es difícil pasar al séptimo. Aquí todo se reducía a ideas que flotaban como sombras en el oscuro silencio del espíritu. Sólo el concepto tan debilitado de mi ego se afirmaba con las interrupciones de una monotonía aburrida. Mi alma se convirtió en pura realidad. Todo dualismo entre sujeto y objeto desapareció. Mi Ser no conocía límites. Lo que existía era solo alegría infinita. Me encontraba más allá del lenguaje, más allá de la experiencia expresable, más allá del pensamiento… Llamar a este estado ‘libertad’, hace menguar en gran medida su significado. Allí ni la palabra ni el parloteo del pensamiento humano pueden entrar. Sólo el alma ataviada de silencio puede levantar el velo que Lo separa de tu abrazo”.